P. Picasso, Las señoritas de Avignon, 1907, Moma |
W. De Kooning, Two women, 1951,
Collección Steve Martin*
En los años 1983-1984, con motivo de unas exposiciones
en Nueva York sobre De Kooning y Picasso, se le pidió a Robert Rosenblum
escribir sobre los dos artistas. Y el crítico de arte americano, en un breve
ensayo titulado Las mujeres fatales de
Picasso y De Kooning* escribió sobre la idea de la figura femenina.
De Kooning era 23 años más joven que Picasso. De
origen holandés, se estableció en Nueva York a sus 22 años y tuvo la
oportunidad de conocer a la obra de Picasso, como hicieron todos los artistas
que vivían en la metrópolis americana durante los años 1930-1940, en
el Museum of Modern Art del West Fifty-third Street en la Gallatin Colection del New York University del Washington Square o en la retrospectiva
de 1939 organizada por Alfred Barr. Si Pollock, Newman o Still intentaron
destruir a Picasso alejándose de lo figurativo, De Kooning fue el único que se
aferró en la figura humana femenina. En los años 1950-1953 pintaría una serie
de mujeres que el mismo describió como: ...female painted through all the ages, all those idols…
Es cierto que Picasso no fue el inventor de la
idea de la femme fatale. El siglo XIX
conoció muchas Salomés, Lilit, Evas y vampiresas. Sin embargo, Picasso renovó
sus tipos, su forma y expresión sobre el lienzo dedicándose a ellas durante más
de 8 décadas. Las encontramos como prostitutas en Las Señoritas de Aviñon, como monstruos orgánicos en las pinturas
tardías de los años 1920-1930 o como grotescos, torpes animales unidos a las
fuerzas de la naturaleza. En ellas se
reencarna el espíritu de las Venus de todas las épocas desde las diosas
de fertilidad mesopotámicas con grandes ojos de insecto y amenazante
frontalidad hasta las Venus acostadas sensuales de Tiziano o las audaces y
curvilíneas diosas de Rubens y Rembrandt. Y De Kooning recogerá y extenderá
esta narrativa, creará su propia visión y mitología de la mujer.
Tetas, vaginas con dientes, miradas, bocas
abiertas, lenguas puntiagúdas...
mujeres
a punto de explotar por su cargada sexualidad...
W. De
Kooning, Sag Harbor, 1964, Hirshhorn Museum
and Sculpture Garden, Smithsonian Institution, Washington
P. Picasso, La pisseuse, 1965, Centre Pompidou,
France
http://www.pablo-ruiz-picasso.net/work-414.php
P.Picasso, Woman on armchair, 1913, Met
W.De Kooning, Woman, 1953, Hirshborn Museum and
Sculpture Garden, Washington
http://pralinerie.blogspot.com.es/2010/06/lidiot-du-village.html
En
ambos existe una agresividad cargada de sexualidad pero la pintura de De
Kooning de alguna manera parece más violenta. Es un efecto que crea su
pincelada cargada de empaste, rápida e irreverente hacia los contornos. Se
aprecian contornos angulosos, líneas que intentan contener, definir la forma y
pinceladas llenas de color que lo suprimen, lo borran, lo redefinen. La figura
de su mujer resulta agresiva porque en su propia estructura subyace una enorme
tensión entre la pincelada libre que esparce el color en el lienzo de manera
insolente (con un ímpetu velazqueño escribiría Rosenblum) y el dibujo que lucha
por dar a luz a la forma. Picasso por lo contrario siempre será un fiel amante
del trazo, del dibujo. En sus lienzos nunca lo sacrificará a favor del color.
...un sombrero, el pintalabios, una bicicleta o un
tacón...
elementos tomados de la apariencia de la mujer contemporánea como anclas narrativas en medio de un cúmulo de formas y colores anicónicos...
P.Picasso, La pesca nocturna en Antibes, 1939, Moma
elementos tomados de la apariencia de la mujer contemporánea como anclas narrativas en medio de un cúmulo de formas y colores anicónicos...
P.Picasso, La pesca nocturna en Antibes, 1939, Moma
W. De Kooning, Woman and bicycle, 1952-3, Whitney
Museum, NY
...el enlace con la pintura del pasado...
De
Kooning reconoció en Picasso el eco de la pintura europea del pasado. En
particular, el eco de uno de los pintores franceses del siglo XIX que más exaltaron la
forma femenina: Ingres. Los dos pintores se habían dado cuenta que Ingres forzó
los contornos y las líneas para crear sus propias metáforas visuales: el brazo
y la espalda de su Gran Odalisca se
alargan y se curvan con la misma gracia que el pliegue de la lujosa tela de la
cortina). Así Picasso y De Kooning propondrán nuevas líneas, nuevos contornos,
nuevos colores para presentar la mujer al mundo.
J.A.D.
Ingres, Madame Moitessier, 1856, The National Gallery Londres
http://www.nationalgallery.org.uk/paintings/jean-auguste-dominique-ingres-madame-moitessier
P.
Picasso, Woman with a book, Moma, NY
W. De
Kooning, Pink Lady, 1944, Colección privada
A veces, los años ´60 han sido considerados por la
historiografía como años decadentes tanto para De Kooning como para Picasso,
años en los que su estilo se degenera, se reduce en una repetición aburrida.
Los años 1960 eran los años del triunfo del Pop, el periodo del ascenso de una
joven generación de artistas que pusieron en valor lo impersonal, lo
decorativo, lo formal depurado del sentimiento y de la literatura. Para ellos a
veces las confesiones, fantasías y mitologías de Picasso y De Kooning parecían
demasiado sucias e irelevantes. Habría que entrar en la década de los 1980 para
que se hiciese evidente que la faceta romántica, narrativa de la pintura, esta
necesidad del hombre de contar historias sobre el lienzo, siempre será
relevante.
En las propias palabras de Rosenblum a propósito
del Picasso y De Kooning:
“…tha
master can still startle us not only with new paintings that open fresh vistas
but with memories that echo down the most venerable corridors of art history…”
*Las ideas aquí presentadas son una libre
interpretación del ensayo de Robert Rosenblum “The fatal women of Picasso and
De Kooning” publicado en Artnews 84,
no.8 el octubre de 1985 en las pp.98-103.
*La fotografía de la obra de De Kooning Two Women, 1951 procede del libro Hess, Barbara, De Kooning, Köln, Taschen, 2004, p. 43.
Autor de una obra pictórica extraordinaria, su nombre es sinónimo de arte y de cultura
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